sábado, 5 de enero de 2019

Amante eterno. Fragmentos de un corazón inmortal

 ...Eh mencionado que siempre eh sido orgulloso de mis sentidos, pero aquella noche fue diferente, al entrar al recinto en el que la gran juerga se celebraba, lo percibí detenidamente, como cuando uno disfruta una puesta de sol, lo primero que recuerdo al pensarla fue, ese, su perfume... La fragancia perfecta, el aroma que su cuerpo enfatizó mis sentidos como el florecer de los pétalos de las rosas en el claro del anaranjado amanecer. 


Mis ojos se volvieron lucidos como ríos embravecidos, gire inmediatamente, entonces sucedió lo inimaginable, un ser como yo jamás quiso enamorarse, lo sabía y era difícil para mí aceptarlo, pude tener lo que siempre quise, obtenerlo por medios propios o utilizar a alguien más, lo obtenía todo, pero jamás obtuve la sensación de sentir amor, pero, como para mí el apego afectivo no me conmovía, prometí no enamorarme ni querer a nadie más, porque, a pesar de todo siempre eh visto partir a lo que en algún momento adore, veneré e idolatré, me propuse a que los sentimientos fueran cosas aborrecibles que solo vivirían en el pasado, en mi pasado, y, el día que llegara suceder algo semejante, lo desecharía como un guante al cesto de la ropa, pero para mi mayor asombro, en ese instante lo admito, olvide todo, olvide lo que era estar en este plano mortal y mis instintos se volvieron humanos, aquel que niega sus impulsos, está olvidando todo lo que nos hace sentir vivos, en aquellos instantes, sentí que volvía a vivir, percibí que algo en mi comenzaba a removerse. Como atraída por un imán volteo a verme, tal vez por casualidad, tal vez por percepción, no lo sé. Sostuvo su mirada ante mí, sus ojos, su mirada perfecta, un verde celestial, pupilas verdes como el mar en calma y de brillo insostenible. ¡Que ojos! 

Fue en el preciso instante en el que llegamos a un pacto, solo con la mirada. Me observo con una intensidad como la de los volcanes en erupción, tan vivos, tan ardientes. Esos ojos tenían vida, brillantes como cañones a mi corazón... la vi tan cerca, tan cerca de mí, sentía que podía tocarla con las yemas de mis dedos, tan suave como las alas del colibrí y tan perfecta como “Marlozina”, la musa de Apolo D´Cornelious, mis pupilas se abrieron como cascadas, mi cuerpo se pasmó en un solo instante, ella tan perfecta, sostenía la mirada, el verde de su mirada era de un esplendor real, podía ver el cielo y el infierno a través de su cristalina mirada, me causaba una inexplicable fascinación, ni el más grande poeta hubiese podido perfeccionar tan bella lirica con solo observarla, jamás exagero nada, pero, ¡Que hermosa era!, nacida de la tierra, la belleza ideal era su carta de presentación, era de una fabulosa realidad, su cabello claro, casi dorado caía por las sienes como rayos de luz, las puntas de su cabello tocaban la blancura de sus desnudos hombros, como incitándola al pecado, un brillo y una vivacidad insostenible se asomaba por la delgada línea de su sonrisa, eran rayos como estrellas al anochecer. Entonces sonrió solo un poco y los hoyuelos en el satén rosado de sus suaves mejillas, hacían que de mi alma se escaparan enormes injurias de amor y deseo. Brillaba de entre todos los presentes, y para mí el mundo se oscureció, dejando entrever a través de la multitud la perfecta luz que emanaba de su ligero cuerpo.

Los detalles están tan grabados en mi mente como si hubiese sido ayer, tan grabados y ahora definidos en cada matiz y en cada sílaba pronunciada, turbado y estupefacto, alcé mi copa, lo acerque a mis labios y bebí, ella desvió un poco la mirada hacia algún sitio, el cual no identifique, el aterciopelado escote de su pecho, me agito la respiración, era una diosa en la completa extensión de la palabra, el lunar en la comisura del labio superior derecho no escapo a mis ojos, así como los demás rasgos que de ella emanaban como sus pestañas y el vello delicado y delgado claro de su barbilla, el matiz de su vestido escarlata con mangas de armiño que dejaban entre ver unas manos patricias y el agonizante matiz  transparente del color de sus uñas en sus dedos tan vivos como las auroras en el cielo.

Nadie parecía percatarse de mi sentir, de mi agónica y desfalleciente respiración más que ella, entonces como para cerciorarse que seguía ahí volvió a mirarme y lo descubrí entonces. Sus ojos eran un poema, en el que cada mirada era un canto.

Sonrió inexplicablemente y pareció disfrutar mi suplicio, con un delicado movimiento llevo su lúcido cabello tras su oído y pude contemplar más lunares entre la luz de los candelabros y el fulgor de las velas en su molde, yo, incapaz de moverme quede pensativo, sin lugar a dudas era de una belleza sobrenatural, encendió mis ojos como tizones al rojo vivo, la respiración volvió a ser como la de un caballo en el frio invierno, entonces deje a un lado mi copa y me acerqué lentamente para intentar conocer a semejante damisela...


                       

miércoles, 10 de octubre de 2018

Romeo y Julieta


Una sonrisa, es lo único que bastó, así comenzó,
y yo pensaba ella será Julieta,
mira como me sonríe, siento como me mira,
Ella quería un corazón sincero, y yo quería su amor,
ambos lo pedíamos, amar sin temer,
eso nos hacía vivir…

Ella cantaba a la luz del cielo,
y yo decía Julieta es hermosa,
era como un sueño a pleno día,
la quiero como a las estrellas en el cielo…

Yo miraba a Julieta caminar,
mientras pensaba ¿podría ser yo su Romeo?
escribía una canción y pensaba en nosotros,
¿Cómo hacer que me ame?
no había mas silencio,
le toque una canción…

No puedo hacer todo,
soy un aprendiz en el arte del amor,
pero Julieta haría todo por ti,
No puedo ser perfecto, pero juro que haría todo por ti,
Julieta, solo puedo extrañarte,
te beso en estos versos,
Las estrellas te acompañan,
Julieta, te quiero más que a nadie,
Te quiero como a las estrellas en el cielo...


Nunca me gustaría verte llorar,
no pondría ningún pero,
aprendí a quererte como a la vida misma,
Julieta me has hecho feliz,
tu me has dicho: Romeo, ¿cómo fue que paso todo esto?
Yo te respondí: la vida es así Julieta, está escrito,
no podemos cambiarlo…

Julieta me abrazaba,
y yo acariciaba su cabello,
parecía un deseado tesoro,
miraba y tocaba su corazón con mis besos,
Julieta me besaba, era muy feliz…

No puedo hacer todo,
soy un aprendiz, apenas estoy aprendiendo a amar,
pero Julieta haría todo por ti,
No puedo ser perfecto, pero si me lo preguntas,
Juro que lo haría todo por ti,
Julieta, solo puedo extrañarte,
te beso en estos versos,
Las estrellas te acompañan,
Julieta, te quiero más que a nadie,
te quiero como a las estrellas en el cielo...
Si, te quiero como a las estrellas en el cielo...
Como a las estrellas en el cielo...




martes, 4 de septiembre de 2018

Noche 26 (2:25)


Esa costumbre mía, de aun preguntarle al viento,
El mismo que te acariciaba suavemente,
Preguntarle justo a esta hora,
Preguntar por tu nombre,
En este momento, ni el orgullo puede defenderme...

Yo
Y esta extraña manera de saber,
¿Cómo te va?
Saber si me recuerdas,
Tal vez algo te hace falta,
Saber que sigues aun,
Ni si quiera la velada, ni las luces puede responderme,
La duda me acaricia suavemente,
Mientras yo, me elevo,
Recordando aquella noche en cuando te estuve besando,
Te soñé,
Te soñaré en un hermoso sueño…




domingo, 26 de agosto de 2018

El Llamado (Parte 5)


Los pensamientos iban y venían como el viento, de un lado para otro, al principio me pareció confuso todo, no recordaba casi nada en absoluto, me resultaba difícil concentrarme, pues sabía que algo estaba pasando ya no era tan natural como lo imaginaba, pero sentía la extraña ansiedad de escribir todo lo que me pasaba, no podía contenerme, rayaba libretas, paredes, madera, concreto, todo lo que se me atravesara y cada que concebía una idea. Mi esposa, comenzó a preocuparse, cada vez que ella me preguntaba si estaba bien, yo solía responder <<de maravilla cielo, necesito hacerlo>>, inmediatamente me daba la vuelta y me encerraba en la habitación, en el múltiple y complejo bosquejo de mis pensamientos, mientras “Wagner” o las “Revelaciones del Salmes Secreto”, aparecían desbordando paranoia e intriga entre mis ideas desbordadas, todo comenzaba a tomar un matiz de color rojo, un extraño y oscuro matiz tenebroso, lo estaba haciendo, mientras la tormenta tomaba de nuevo un rumbo directo, recordaba como pasaba, pues después de aquella noche, todo cambio, el trato hacia mi familia, mis amigos, incluso hacia mí mismo, fue distinto, olvidaba mantener los detalles que tanto me caracterizaban, por continuar escribiendo como una especie de loco imparable.

Lo recordé aún mejor, cuando llegue a la parte de mi nuevo libro en la que relataba, el asesinato de Mary D´Frain, en el que el asesino homicida, se levantaba al día siguiente lentamente, en el que abría los ojos y parecía entre recordar y confundir los actos de la noche pasada, su mirada era extraviada como la mía aquel día, en mi historia, el asesino no sabía si había mantenido un sueño sobre un crimen extraño o, si en realidad, la ficción de su sueño fuera realidad, y así anduvo por varios días hasta que lo recordó casi todo, al menos los detalles en específicos <<Tu Obra Maestra>>, <<El asesinato de Mary D´Frain >>, todo era real, ¿lo era?,- Si lo era. Y lo recordaba casi en su totalidad, salvo por ciertos detalles que aún me confundían de manera sorprendente al grado de olvidar mis rutinas y mis rituales antes de comenzar a escribir.

Permanecía horas y horas sobre mi maquia de escribir vieja, con la mirada fija a la ventana, sin expresión, escribiendo lo primero que llegaba a mi mente, sin saber que las ideas que creía locas y alejadas de mi realidad, formaban el complemento perfecto para una historia que jamás creí poder llevar a cabo, y que ahora de manera inimaginable, lo está materializando, mientras todos a mi alrededor se preocupaban por mí, lo cual jamás respondía a los llamados, a las atenciones que en un tiempo me hacían sentir afortunado. Era su imagen, si, su imagen de “El”, lo que me mantenía en jubilo, en insomnio, por el miedo de que pudiera aparecerse, que me llamara con esa voz gutural, con esas garras, esas uñas negras, que saliera del humo gris, era eso lo que me mantenía escribiendo sin cesar, sin titubear ni un solo segundo.

No recuerdo cuanto tiempo exacto escribía al día, no recuerdo con sensatez, cuantos días pasaron desde mi charla nocturna. No recuerdo cuantas veces abrace y bese a mi mujer, no recuerdo cuantos vestidos uso y cuantos aretes coloco entre la esperanza de los columpios  de sus bellos oídos, deje de oler el perfume a mil jardines, ahora el único aroma que disfrutaba era el de la tinta y el papel limpio y nuevo, me sentía extraño, por las madrugadas me sentía una persona repugnante, pero incluso ese sentir no paro mi ambición de terminar lo que comencé. Pasaron meses y meses, meses en los que sentía la necesidad de acabar lo más pronto posible, de ver cuál iba a ser la reacción de mi público, si tenía el don y lo estaba utilizando a cada instante de mis días, era porque tenía que ser la más grande ambición de todo escritor. Era, no, debía de ser, si, iba a ser, en tu totalidad, las más grande obra de todas, en ese instante me sentí feliz, más de lo que había sentido en meses anteriores, ahora estaba a punto de terminar, me enfrasque en el trabajo, tanto que deje de asearme, la barba comenzó a cubrir zonas en mi rostro donde no hubo jamás vello alguno, mis dientes se hicieron amarillos por los tés que tomaba a diario, el aroma de mi cuerpo se hizo penetrante e insoportable. ¡Estaba a punto de terminar!, qué clase de persona me convertiría si no terminaba esto, estaba a unas páginas de poner el tan aclamado “Fin”, no era un “y vivieron felices para siempre” era un “Fin” en el que el asesino, escapaba y burlaba a la autoridad, en el que el malo ganaba, en el que el bueno moría, no me limitaba ningún detalle, describía las escenas con una exacta definición, cada movimiento, cada gota de sangre derramada, cada palabra, cada facción, cada detalle, ¡Todo!, ¡Todo! Mi esposa me dijo un día que es estaba obsesionado con ello, que debía de parar ¡Estupideces!, y yo solo respondí. <<Pronto te tragaras tus palabras, ya verás>>, mientras yo escuchaba la puerta tras mi espalda, continuaba con lo mejor que me había pasado, en verdad estaba a solo unas páginas de terminar, todo volvería a ser felicidad, todo de veras que si ¿En verdad estaba en lo correcto? Debería de estarlo…

Pero, sin saberlo, me equivocaba, no era así.

Solamente estaba acelerando mi propia muerte y no lo sabía, mientras escribía no me daba cuenta de que el plazo para que “El” volviera a regresar, iba a ser al terminar mi libro pero al final de todo, sin lugar a dudas, ya era algo que no me interesaba, escribí mi  mejor historia, mi “Obra Maestra”, y saben, me sentía tan feliz como nunca.

Todo culmino una noche de Diciembre, estaba a tan solo cinco hoja de terminar, y yo lo sabía, me levante y llame a mi esposa.

Ella entro despreocupada y con aire ausente. Me miro y puso una mano en mi hombro.

-Te Amo… -Y su voz sonaba algo aliviada, creo que sabía que estaba a punto de terminar. Yo no respondí nada.

-Ya sé que te hará sentir mejor, una cena con velas, prepare algo delicioso, por si gustas.

-Preferiría un té y unas galletas. Guarda el vino para el final.

Me di la vuelta y aun después de tantos meses de arduo trabajo, le esboce la primer sonrisa sincera y con mucho afecto, ella me la devolvió y me beso la frente.

-Ahora regreso. Dio media vuelta y como en muchas ocasiones salió.

Baje un poco el volumen de “Réquiem” de Mozart, y escuche sus pasos en la cocina, unos platos un poco de agua y después silencio, no en su totalidad, pues aun escuchaba ligeramente que realizaba alguna que otra actividad.

Subí el volumen y continúe escribiendo, no pare hasta que entro mi esposa unos diez minutos después, se acercó a mi escritorio y dejo una charola con una taza enorme de té y muchas, muchas galletas, se veía hermosa, no había percibido tal detalle mientras yo continuaba escribiendo, subió a vestirse con aquel vestido de franjas de colores, azules, anaranjados y verdes que tanto me gustaba, se perfumo el cabello, el aroma, claro, sandia fresca. Era una diosa, cuanto la ame.

Ella se dio la vuelta y antes de irse por completo se volteó y me dijo:

-Te espero, no tardes.

Me gire un poco de mi silla y con el rabillo del ojo la vi por última vez, sin que yo lo supiera, y fue cuando le dije palabras normales, pero que ahora, hubiera preferido cambiarlas, hubiera preferido simplemente levantarme e irme con ella y no terminar jamás, pero era tarde, sentía la necesidad de terminar ya, así que solo dije:

-Cierra bien la puerta, pronto, pronto terminare, por cierto el té siempre te queda delicioso y las galletas saben siempre tan bien, gracias.

-Te Amo…

Escuche el clic de la puerta al cerrarse, y todo había acabado ahí.

Sin saberlo había firmado mi sentencia de muerte al escribir las siguientes palabras…
Se acercó lentamente a la puerta de su nueva casa en Olvayor Isle, vistiendo sus pantalones favoritos y ese sombrero elegante, al salir el sol dio de lleno a su rostro pálido, pero la sonrisa en su rostro reflejaba que lo disfrutaba, camino por la acera de la calle, con una despreocupación que daba miedo, observó a su alrededor, era un gran día, nadie lo sabía, pero el, ya había elegido a su próxima víctima, y saben, era hermosa…

Respire profundamente, me recargue sobre mi silla, los huesos me crujieron como una especie de costal con vidrios rotos. Sonreí como nunca en la vida, justamente, la música paro, no le di importancia y todo quedo en silencio, no pensaba en nada más que en lo que había creado, lo que había salido de mi mente, estaba orgulloso de mi mismo, de mi capacidad y mi sagacidad, era único, las alabanzas hacia mí, eran enormes, me levante lentamente, quite la última hoja de la máquina de escribir y la coloque sobre las otras mil ochocientas hojas restantes, aquella última hoja, era la mil ochocientas una.
Permanecí de pie, quieto, mirando a la ventana, algo en mí sabía que había terminado, quise echar a correr a ver a mi esposa, pero los pies no me respondieron. El final llego cuando las luces se apagaron lentamente, cuando la luz comenzó a desvanecerse, como si estuvieran muriendo, yo voltee a todos lados, como si estuviera extraviado, aun así sentía una paz interna, la misma tranquilidad de aquella noche cuando inicio todo. No tenía miedo, pero el silencio era aterrador, permanecí quieto, sintiendo el pálpito de mi corazón. La voz surgió como el canto de un cuervo en la cima de una casa abandonada, tan lúgubre, tan fría y extraña. Provenía de todos lados, no sabía a ciencia cierta donde estaba.

-Lo has hecho muy rápido, mas rápido de lo que esperaba.

-Aun, aún queda tiempo ¿no?

-Lo siento, es hora.

-Pero, mi vida, mi esposa, ¿Qué sucederá con ello? –Ahora mi voz sonaba casi desesperada, y con algo de súplica.

-Por tu esposa, no debes de preocuparte, soy justo, ella estará perfectamente. Por tu vida, bueno, por tu vida creo tampoco deberías de preocuparte. Hay cosas más importantes por las que hay que encargarnos ahora. –Pudiera describir la voz, tan serena, con paciencia y cargada de secretos.

-¿Y cómo será?

-Como lo imaginaste posiblemente, lenta, sin dolor, simplemente ven.

-¿Dónde, donde estás?

Una mano apareció de entre la densa oscuridad, la misma mano, la misma garra ahora tocaba de nuevo mi corazón. Pero esta vez fue diferente, no vi nada extraño, no sentí absolutamente nada, era como si un viejo amigo me palmeara el hombro y me dijera <<ven, vamos a caminar viejo amigo>>

Respire hondo, y empecé a andar, fue extraño, pues mientras avanzaba, a cada paso que daba, olvidaba cosas de mi vida, trate de recordar mi niñez, mi vida con mis padres, mi absoluta dedicación al elegir mi carrera universitaria, pero saben algo, solo recuerdos vagos de lo que pudo haber sido otra vida, comenzaba a olvidarlo todo, no recordaba lo que fue mi vida. Mi habitación,  no muy grande, ahora me resultaba inmensa, caminaba entre la neblina gótica, mientras, una parte de mi pretendía creer que todo estaría mejor, y así fue, que voltee una última vez, un vez más hacia donde había obtenido mis mayores logros, y si, ahí, ahí me encontraba yo, sentado en mi escritorio, con el manuscrito a mi lado izquierdo, con algunos restos de galletas en ellas, mis brazos, cruzados y mi cabeza apoyada sobre ellos. Sonreí, dormía, dormía como un pequeño infante, mi cabeza ladeada y mis ojos cerrados daban la impresión de que al fin el descanso era merecido después de un arduo trabajo, lo merecía, ahí me encontraba ya, tan apacible y tan sereno. Mi esposa me encontraría así, quieto con los ojos cerrados, y lamentablemente, ya…, sin vida…




lunes, 20 de agosto de 2018

El Llamado (Parte 4)


Las palabras cayeron a mis oídos como poderosos truenos y relámpagos, cargados de intriga y tentación, a pesar de que estaba ante una situación extremadamente extraña, y ante la silueta de alguien a quien yo había o creía conocer, no sentí miedo, al contrario, una paz abordo mi corazón y mis pies permanecían plantados en el suelo relajado, mis manos, no se habían entorpecido, y yo, yo miraba directamente hacia “el” a la altura de lo que yo creía, estaban sus ojos.

-¿Eres tú? –Le dije tranquilamente y sin titubeos.

-¿Yo?, y ¿quién crees que soy yo? –Permaneció quieto, no movió ni un milímetro de su cuerpo, las manos estaban a unos centímetros despegados de su torso, sus pies, parecían dos robles, viéndolo más detenidamente, me resulto que era extremadamente grande, más de dos metros de altura y muy corpulento.

-Te eh soñado, tienes que ser tú.

-Gritaste mi nombre en múltiples ocasiones, me has hablado inconscientemente, eh notado tu frustración. Bien, hazlo ¿Qué deseas?

-Por qué te has tomado la molestia de aparecer de esta manera.

El silencio reino durante unos pocos segundos, segundos que me resultaron una eternidad, ninguno de los dos movimos un solo musculo, el me miraba, yo lo sabía, y yo hacía lo mismo, mi corazón cabalgaba lentamente en mi pecho, yo procuraba mantener en perfecta armonía con mi respiración, pero el silencio, ¡el silencio me estaba matando!, creo que iba a continuar la conversación yo, pero recordé que alguien me dijo un día, que después de una pregunta y un silencio prolongado, el que habla primero pierde. Pero ahora era diferente, no sabía que pasaría, ¿estaría seguro?

-Es un buen consejo. Tu capacidad para razonar la situación sin hacer algo incorrecto es de admirarse. Necesito a gente como tú, por eso estoy aquí. –Me interrumpió asombrosamente.

Mis pensamientos fueron sorprendidos como tropas en una guerra fugaz, “El” no podía perder, ¿quién era yo?, mis huesos se intensificaron y se situaron como el hierro, di un trago de saliva que carraspeo mi garganta seca, haciéndome respirar un poco más fuerte, al hacer esto, pude escuchar perfectamente como entraba el aire por mis pulmones.

-En verdad sentía frustración. –Corte el silencio.

-Logro sentirla en estos instantes, piensas que has caído en el agujero más grande de tu vida, odiaste a la vida misma, los placeres que te rodeaban los vistes insignificantes, siempre queriendo más y más, sin saber cuándo detenerte, consiguiendo lo que tus sueños querían. Aún no pierdes nada, ¿Por qué lo has hecho?

Me quede sin palabras, sentía las bofetadas de sus crueles palabras tan calientes como el sol de verano a medio día, me ardían los pies y mi rostro realizó una mueca de desagrado.

No dije ni una sola palabra, pues en sus palabras encontraba la mentira, la mentira más desencajada, pero que a la vez, me hacía pensar que decía la verdad, más el caso es que, a pesar del tiempo que llevaba de bloqueo mental, jamás pensé semejante idea, era muy poco tiempo como para que esas ideas penetraran en mi mente, no encontraba lógica y coherencia, tarde o temprano iba a superar la crisis, a mi parecer no resultaba tan malo. Eran solo cinco meses, ¡maldita sea! ¡Cinco meses!, mis dedos temblaban, pues el tono usado era de absoluta firmeza y revelación, comencé a dudar ¿en verdad había dicho eso?, a lo lejos escuche un murmullo…

-Si lo hiciste…

¿Lo hice de verdad? ¿En qué momento? ¡Mentiras estúpidas!, ¡Mentiras huecas, banales!, yo jamás pensaría algo así, mantenía una vida increíble, una vida llena de cariño, amor y comprensión, si en algún momento esas ideas llegaron a pasar por mi mente, fueron solo producto de un largo cansancio, tal vez frustración, pero no de completa desesperación,. Aun así, sus palabras resultaban tan sinceras, ¿Por qué estaba dudando? ¡Era una mentira!, pero ambos sabíamos que una mentira repetida muchas veces terminaba por convertirse en verdad. Comencé a creerle, mis pies temblaron y mi respiración comenzó a prolongarse en largas aspiraciones de aire horrido, tal vez si tenía razón, ¿Por qué dudaría del?, tal vez el mismo efecto resulta tener la relación entre un vendedor y su cliente, donde el te crea la necesidad de comprar algo que no necesitas, el sembró la duda en mi cabeza y mi seguridad había flaqueado, ahora lo sabía, me encontraba en sus manos.

-No creí que, que fuera de esa manera, ¿Por qué? –Miraba al suelo, con una mirada extraviada, sumida en mi propia inconsciencia, no podía alzar el rostro, mis ojos comenzaron a volverse cristalinos, algo cayo por ellos, un diamante frio y vacío.

-¿Qué deseas? –Profirió con un tono curioso.

-Nada. –Respondí sin alzar la mirada.

-¿Qué deseas?

-Nada, no necesito nada, solo que te largues. –Inmediatamente, se escuchó una enorme carcajada que me obligo a levantar un poco la vista, lo suficiente como para ver que se acercaba a mí, con esos pies, que, Dios, ¡Dios!, eran, eran inhumanos, eran…

-¿Qué deseas?

-Nada ¡Vete!

-¿Qué deseas?

Y para este instante, me acobarde, no levante más la mirada, pues ya se encontraba a tan solo unos pocos pasos de mí. Entonces se detuvo y permaneció quieto, con esos pies inhumanos justos, en señal de espera.

-Vete, no deseo nada.

-Ambos lo sabemos, y si no te atreves, te obligare a pedirlo. Lo haré una última vez, ¿Qué deseas?

Contuve la respiración y vomite las palabras como si fuera una resaca.

-Terminar, terminar la mejor de mis obras, lo quiero, lo deseo, por favor, quiero terminarla, salir del camino de la confusión, obtener ese placer extraño, pero ya lárgate por favor…

A continuación, todo se volvió confuso, me obligo a alzar el rostro, puso uno de sus dedos con garras negras, con la piel descarnada tan pálida como el mármol en mi corazón y comenzó a remover algo que no lograba comprender, pero que dolía como mil espadas atravesando mi estómago, lo más curioso fue que no me doblegue y permanecí de pie, unos segundo después el mismo dedo fue colocado en mi cabeza, a la altura de mi frente. No pude definir el rostro porque sentía desmayarme, su rostro se fue perdiendo entre una densa nube grisácea, con el olor de mil troncos quemándose en el fuego. Antes de caer al suelo, entre murmullos lo escuche.

-Ahora tienes el don, úsalo de la mejor manera posible, explótalo al límite, pronto te necesitare, quiero que estés preparado, pero eso será, cuando hayas…

No pude comprender el balbuceo de sus palabras pues me desvanecí por completo entre las sombras del denso humo y con un aroma parecido al acre y al azufre... (Continua...)